Se llama Yolima Castro y llegó a la escuela rural Eduviges Gómez de Acevedo, ubicada en la vereda Salto Arriba, en marzo de 2018. Cuando arribó se encontró con una desolación abrumadora: los baños en mal estado, las paredes raídas, la pintura sombría. Y lo más triste de todo: únicamente cinco pequeños alumnos en ese espacio que en épocas anteriores albergó a más de 70.
Pero la escuela no era más que una metáfora de la realidad que vivía la comunidad, Según Yolima, licenciada en Educación y magister en Literatura de la Universidad de Antioquia, “había discordias entre familias, muy poca participación. La gente, incluso, no se saludaba, no se hablaba, estaban profundamente divididos”.
Ahí estaba el reto…
Yolima, sin dejarle espacio a la queja, entendió que la escuela debía convertirse en un nuevo referente. “Tenía que dejar de ser el reflejo de la violencia que pasó crudamente por la vereda, y ser un espacio de vida y resurgimiento en comunidad”. La leyenda del Ave Fénix sería la principal herramienta para conseguirlo.
En una de las primeras actividades que realizó como docente, luego de compartirles a alumnos y padres de familia la lectura del ave, que ilustra cómo renace de las cenizas para volar muy alto, Yolima les pidió escribir a cada uno en un papel qué querían de la escuela.
La respuesta, contra todo pronóstico, pues se imaginó que pedirían baños o pupitres nuevos, fue de manera general “que retorne amor, que la gente venga a esta escuela y no sienta miedo”.
La vereda Salto Arriba fue, hace dos décadas, unos de los corredores más importantes en la región para grupos ilegales. Allí hicieron presencia militantes del bloque Metro de las autodefensas y también algunos frentes guerrilleros. Los trágicos saldos para la vereda, desde entonces, han sido más de 40 personas asesinadas y aún dos desaparecidos.
Renacer de las cenizas…
“Al terminar el año pasado cerramos con 16 estudiantes y en este momento (mayo 2019) tenemos 23 niños que estudian de primero a quinto”. Eso, además del vínculo que han tenido las familias de los alumnos, y la comunidad en general con la escuela, es la mayor motivación para que Yolima siga trabajando arduamente. “Hoy en día es muy distinto: los padres están siempre en la escuela, realizamos muchas actividades para continuar mejorando la infraestructura. Se respira amor”.
El salto del Fénix
La leyenda del Ave Fénix pasó de ser la génesis del cambio en la comunidad de la vereda a convertirse en esa hoja de ruta para dejar una huella más grande: recuperar, desde la escuela, a la comunidad y las familias. “Pretendemos con este proyecto (El salto del Fénix) continuar y hacer un proceso de memoria histórica en comunión con toda la gente de la vereda; no solo resignificar la historia de la masacre del 2001, sino trabajar para que la gente reconozca su territorio”.
Aunque el reto en la escuela es claro: llenar las aulas y los corredores con nuevos estudiantes. En comunidad la mirada de Yolima va más allá: que la vereda Salto Arriba sea visible por el talento de su gente y que la página de la violencia quede siendo solo eso, una página en un libro lleno de nuevas historias de vida.