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Javiera Londoño: una mujer con alma negra

  • Cantaba con los negros, bailaba con las negras, tocaba los tambores africanos y se bañaba junto a ellos en el río. Así se fue pintando de negro el alma de la prestante antioqueña del siglo XVIII, Javiera Londoño, quien fuera la primera persona en Colombia en romper los grilletes de la esclavitud.

    En la conmemoración del Día Internacional del Recuerdo de la Trata de Esclavos y de su Abolición, MiOriente quiere dar una mirada al acto de liberación que Javiera Londoño promovió en 1.766 en lo que hoy se conoce como el municipio de El Retiro, y que inscribió su nombre en el mármol del tiempo.

  • Transcurría el siglo XVIII cuando Javiera, originaria de Medellín, residente en Rionegro y propietaria junto con su esposo, el también reconocido señor Ignacio Castañeda, de vastas extensiones de tierra en todo el departamento, decidió en 1.756 elaborar un testamento en el que ambos acordaban dejar en libertad a sus esclavos.

    Diez años después, y tras la muerte de su esposo, Javiera escribió otro testamento en el que se ratificaba la decisión de dejar libre a su cuadrilla de serviles, una vez ella falleciera. En 1.767, tras la muerte de doña Javiera, aproximadamente 130 esclavos quedaron en libertad, siendo esa la primera liberación de esclavos en Colombia y la más importante en Latinoamérica, pues ya se habían dado algunas por parte de grandes terratenientes pero cuyo número no sobrepasaba los 15.

    Sin embargo, no iba a ser tan fácil. Una vez libres y propietarios de algunos predios y minas de oro que Javiera Londoño les otorgó tras su muerte, mismas en las que trabajaron durante años como esclavos en la zona conocida para ese entonces como Aventadero del Guarzo, la gente prestante de la región no estuvo de acuerdo con esa “aberrante situación” y trataron de anular la voluntad última de doña Javiera.

    Según cuenta Daniel Acevedo, historiador del Centro Cultural del municipio de El Retiro, “Fabián Castillo, un sacerdote de la época, intentó anular el testamento de doña Javiera Londoño, alegando que estaba loca al querer realizar un acto de tal magnitud, pues para esa época las personas afrodescendientes estaban ligadas socialmente al mal; se decía que no tenían alma y que no eran personas”.

    Según cuenta la historia, al sacerdote lo acompañaron figuras prestantes de la región en juicios y pleitos políticos que pudieron haber durado hasta 10 años, sin embargo, finalmente la Real Audiencia de Santa Fe le otorgó la libertad absoluta a la cuadrilla de Javiera.

    Acevedo relata que este acto heróico sentó un precedente fundamental en la historia de liberación de esclavos en el continente, incluso mucho antes de la revolución haitiana -considerada como un acto contundente para la abolición de la esclavitud en América-. “Fue una muestra de agradecimiento a ellos (los esclavos), de quienes era muy amiga y a quienes quería y les tenía muchísimo cariño”, narra el historiador.

    Sin duda, el nombre de Javiera Londoño se inscribe en el mármol de los tiempos, pues “solo basta pensar cómo en esa época, donde la gente negra era vista como una especie de animal y mercancía, y por ende la esclavitud era normal, una mujer empieza a mirarlos como amigos y a ver en ellos el ser humano. Su acto es magnánime y merece la pena ser recordado en la historia nacional y continental de liberación de esclavos”.

    La única petición que Javiera hizo a sus esclavos fue que después de su muerte, cada 28 de diciembre, regresaran al caserío y celebraran una eucaristía en honor a su esposo y a ella. Así se realizó durante varios años: los negros llegaban bien vestidos, asistían a la eucaristía y en horas de la noche celebraban a su estilo. Así nacieron también las tradicionales Fiestas de los Negritos en El Retiro.

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