Leidy Castro (distinguida en redes sociales como @Leidycastro_makeup), una reconocida artista del maquillaje de Rionegro, sintió por 15 días -en una camilla de la Clínica Somer- cómo su vida iba y volvía a causa del contagio por COVID-19.
Mientras estuvo internada no escuchó los sonidos que emitían los monitores de signos vitales, pues en su mente hacía estruendos el miedo ante lo que podía ser y nunca fue: la muerte. A ella la esquivó con la fuerza que le inspiró su esposo, Giovani.
El comienzo de la batalla
El contagio entró sin nombre y sin causa por la puerta de su casa a inicios de junio. Leidy, como muchas otras personas, no recuerda cómo pudo traspasar el virus el esquema de seguridad que cuelga de su cabeza desde que se confirmó el primer caso positivo de coronavirus en Colombia.
Los primeros síntomas llegaron un martes con el desaliento y dolor de garganta, confundidos con una laringitis que la visitaba de vez en cuando. Luego apareció la fiebre, la pérdida de apetito, gusto y olfato. El diagnóstico: positivo para COVID-19. “A las seis y catorce de la tarde llegó el mensaje para revisar el resultado. Cuando lo leí se me cayó el celular, no lo podía creer”, dijo la artista.
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Primeras alarmas
Con los días, los síntomas se duplicaron, “entré en una competencia para poder respirar”. En ese momento fue a una clínica y el urgentólogo concluyó “que era un covid normal, me dijo que podía tratar los síntomas desde la casa”.
En su hogar se complicó la situación nuevamente. Los números de su saturación empezaron a disminuir, la fiebre no cedía, presentó, incluso, taquicardia. “No me aguanto, no soy capaz de respirar”, fue lo que le dijo a su esposo mientras peleaba con el ataque en su pecho.
Hospitalización: “Fue como una película”
Regresó a la clínica. “Ahí me di cuenta de lo que realmente estaba pasando, lo que tanto decían en los medios de comunicación”. Nuevamente la iban a devolver para su casa, pero la revisión de su caso por un segundo médico le salvó la vida, “ese fue el primer milagro de Dios”.
Los resultados de los exámenes no coincidían, en ese momento, con su estado de ánimo. “¿Por qué me voy a quedar hospitalizada si ya me siento bien?”, le reclamó al especialista, quien le respondió que los análisis no estaban muy bien y, por tanto, debía quedarse en la clínica, pues ya registraba, además del contagio por COVID-19, neumonía.
Durante la hospitalización se agravó y su historia clínica pasó a la lista de pacientes que necesitaban con urgencia una camilla en cualquier Unidad de Cuidados Intensivos de Antioquia. En ese momento el sistema de salud del departamento no aguantaba un enfermo más. Sin embargo, con la suerte de Dios, reconoce ella misma, en la institución en que se encontraba desocuparon una UCI y pudo ingresar. “Fue como de película, me llevaron corriendo hacia allá. Cuando entré, me rodearon muchas personas, me quitaron la ropa y me empezaron a hacer procedimientos; muchas manos, muchas personas”.
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“La fortaleza mental te va a sacar de acá”
Durante su paso por la Unidad de Cuidados Intensivos, Leidy perdió el sentido del tiempo y del espacio, mientras crecía en ella el miedo y el terror de dejar a su familia. “Pensé en la mujer ideal para mi esposo; pensé en mis papás; pensé en mis sueños que aplacé; pensé en la muerte”, relata mientras tiembla su voz.
En una de las evaluaciones matutinas que hace el equipo de médicos en cada cubículo de la UCI, uno de ellos, “un costeño, me dijo: Leidy, te veo muy triste, la fortaleza mental te va a sacar de acá”. A partir de ahí, su mente se inundó de esperanza. Se obligó a pintar color sobre la desesperación de sus pensamientos oscuros.
Como una montaña rusa, durante un par de horas mejoraba su estado de salud y a las otras disminuía su estabilidad. Pero, a pesar del desaliento y la presión en su cuerpo, siempre estaba bien cuando recibía la videollamada de su familia en la UCI. Al otro lado de la pantalla estaban los de siempre, su inspiración, las personas que la motivaron a vivir.
Mientras estuvo en la Unidad de Cuidados Intensivos esquivó con toda su fuerza la intubación, porque, en ese momento –reconoce- ese método para salvar vidas representaba la mayor posibilidad de morir. Hoy piensa diferente.
“Volví”
Una de las mejores noticias que ha recibido en lo corrido de su existencia fue la aprobación por parte de los médicos para abandonar la UCI. Después de muchas lágrimas y pesadillas, “volví a vivir”, regresó para abrazar a su amor, Giovani: el reencuentro se prolongó con abrazos y agradecimientos a Dios por el milagro.
Volver significa para ella agradecer, y así lo hace todos los días desde que sintió que su vida se iba. Hoy se encuentra en recuperación y, de vez en cuando, en el sueño profundo, se topa con el terror de lo que pudo pasar.