-Pregúnteme: “¿Qué es felicidad?”- le dijo Anna Ivánovna Beliái, enfermera rusa de la Segunda Guerra Mundial a la nobel Svetlana Alexievich-. Yo le contestaré… “Es encontrar entre los caídos a alguien con vida”.
Es felicidad el anuncio de la Dirección de Acción Integral contra Minas Antipersonal (Daicma) incluir a Argelia (74 víctimas entre 1990 y 2015) y San Luis (81 víctimas) como dos de los 20 municipios del país que tendrán su primera fase de desminado en el 2016.
De las 52 veredas de San Luis, 31 de ellas (el 60%) están contaminadas con minas antipersonal (Map) o munición sin explotar (Muse). En cuanto a Argelia, 31 (de 54) veredas también guardan el rastro del conflicto armado. En éste se presentó la única víctima de la región en el 2015 (791 en tres lustros). Decir “única” o “solo” es un insulto. No debería pasar.
Con la intervención del Batallón de Desminado, así como la labor de las ongs internacionales The Halo Trust y Bides hay avances significativos en Abejorral, Carmen de Viboral, Cocorná, Granada, Guatapé, La Unión, Nariño, San Rafael, Sonsón, y ahora San Luis y Argelia.
Es un paso fundamental en la región, teniendo en cuenta que en marzo de 2014 el gobierno y las Farc llegaron a un acuerdo sobre el desminado como parte del desescalamiento del conflicto y no cae en saco roto luego del encuentro de alcaldes que se hizo en El Retiro, en donde se discute y planea el Oriente luego del acuerdo final sobre el conflicto armado.
Superar el escollo de las minas es extirpar una parte del tumor maligno que es la guerra.
Razón tenía Ryszard Kapuscinski, el célebre reportero polaco, cuando escribió que la guerra nunca se da por vencida, por eso se apoya en muletas de madera o se agita en mangas vacías. Que de a poco se le cierre la brecha a la guerra es el triunfo del ser humano sobre su más grande fracaso como especie: no resolver sus conflictos por medio del diálogo.
La guerra ha sido por muchos años nuestro estado natural. El país en el que abro los ojos cada mañana es el mismo en el que narcotraficantes, guerrilleros, paramilitares, soldados y policías se han dedicado a disparar horrores.
Que no haya más víctimas por minas –ni por el conflicto armado- es un alivio, una felicidad que se asoma en el estado natural de nuestros días. Es un paso más, uno importante.
Menos mangas vacías agitadas en el viento.
*Juan Camilo Gallego Castro (Guarne, Colombia, 1987) es periodista de la Universidad de Antioquia. Autor del libro Con el miedo esculpido en la piel. Crónicas de la violencia en el corregimiento La Danta (2013), es especialista en derechos humanos y derecho internacional humanitario de la Universidad de Antioquia y estudiante de una maestría en Ciencia Política.