Este es el primero de varios testimonios que nos daremos a la tarea de publicar durante los próximos días. Enfermeros, médicos, especialistas; ellos nos enseñan que ver las cosas con el corazón en la mano es verlas como realmente son. El hecho es que hay muchos corazones en las manos de pocos.
El llamado
Lea este artículo con conciencia. Es lo que esta vez nos atrevemos a pedir. Nos apartamos por un momento de las fórmulas básicas del periodismo para darle voz a quienes hoy batallan la batalla de la vida. Y lo hacemos porque hemos entendido que ellos, más que los medios de comunicación, merecen hablar, y nosotros, en cambio, necesitamos escucharlos.
El hablante
Su nombre es Johny Ferney Montoya Castañeda. Es enfermero profesional del Área de Hospitalización COVID del Hospital San Vicente Fundación de Rionegro, un espacio que fue habilitado para la instalación de 24 camas para pacientes contagiados o sospechosos de contagio.
Si hay algo que mueva el corazón de Johny es la familia. La suya, claro, y la esperanza de que sus pacientes vuelvan a ver a las personas que más aman. Él se siente afortunado por el perfecto entendimiento que, en tiempos como estos, existe entre sus compañeros de trabajo. Eso y el apoyo de las directivas del San Vicente le han ayudado a sobrellevar el estrés que a diario se vive por causa de la pandemia.
El testimonio
La razón que nos ha fortalecido es la familia. Existe temor porque nosotros, al estar expuestos frente a estos pacientes, en cualquier momento podemos contagiarnos. Está el temor de llegar a la casa y contagiar al hijo, al papá, a la mamá, pero la familia es una parte importante del sostén. Por ellos podemos salir adelante y seguir luchando por todo esto.
Hasta ahora, guardar los protocolos nos ha funcionado porque no tenemos dentro del personal ningún compañero que haya consultado por síntomas. Nosotros cumplimos el horario laboral, que son doce horas por turno, ya sean corridos o noches, y el compañero que recibe el turno es el que queda con la responsabilidad de seguir con el trabajo continuo.
Sobre las personas que nos ven en la calle con el uniforme, creo que, más que discriminación, es el desconocimiento de quienes no pertenecen al área de la salud o tienen desconocimiento sobre la situación actual. Eso hace que esas personas puedan asimilar que uno es una potencial fuente de contagio, por ejemplo, para las personas que están en un medio de transporte.
Sí hemos tenido casos de compañeros a los que han tratado mal. Por ejemplo cuando dicen: “yo no me subo al bus si está ese enfermero”. También hay miradas discriminatorias, pero en esta carrera que nosotros elegimos se nos ha enseñado a ser muy fuertes frente a las situaciones externas. Hemos tratado de sobrepasar eso, pero yo hablo de mi caso particular.
Esta es una situación nueva. Nos ha tocado aprender mucho de los pacientes. Están en el Área de Hospitalización sin acompañantes, entonces ellos mismos tienen que estar informándole a su familia la evolución de su situación. Eso se torna difícil porque, por ejemplo, personas jóvenes que son funcionales y que están hospitalizadas porque simplemente necesitan vigilancia, pueden hablarle bien a la familia y entender. Pero tenemos otros casos de adultos mayores que tienen dificultades para caminar o no saben utilizar los medios electrónicos.
Se siente la soledad, la falta que les hace estar con la familia, ese apoyo que les da la familia. Por el otro lado, se siente la angustia de saber si un paciente sospechoso va a salir positivo. ¿Por qué? Porque lo único que vemos en las redes y en los medios son muertes, contagios, unidades llenas, entonces si una persona sale positivo, lo primero que hace es asociarlo con eso, ese temor. Por eso, uno de los trabajos fuertes que hemos hecho nosotros es informar las cosas que realmente puedan estar pasando en relación a la pandemia.
Yo me aferro mucho a la familia. Esto me deja la enseñanza de que, definitivamente, la familia sí o sí va a ser lo más importante en la vida. Aunque esta situación nos ha separado de estar con los amigos en reuniones, de salir de paseo, nos ha unido con nuestro hogar. Entonces, cuando yo veo al paciente adulto mayor, y hablo con él o con los hijos, se les nota esa angustia porque no saben qué es lo que va a pasar. Valoremos a la familia, a ese ser querido que podemos abrazar y besar, porque cuando esas cosas se tienen que decir por teléfono no se siente igual. Se siente el vacío.
Lo otro que he aprendido es a valorar muchísimo más mi profesión. El deber ser de la enfermería siempre va a ser el cuidar, y el cuidado siempre va enfocado a todo, no sólo a hacer un tratamiento sino a hacer un acompañamiento espiritual, personal. Me ha pasado que hablo con los pacientes y les dedico diez minutos, y ellos terminan muy agradecidos porque están muy solos. Eso me ayuda a pensar y a decir: necesito cuidar más de mis pacientes porque eso se va a ver reflejado en su salud. Van a salir bien anímicamente, con ganas de ver a sus familias y con su salud mucho mejor a como llegaron.
Yo le diría a la gente: cuidémonos. Algunos creen, otros no, pero nosotros, que estamos acá viviendo esto en carne propia, sabemos que existe. Más allá de lo que vean en las noticias, piensen qué está viviendo el personal de salud y los que están hospitalizados. Sé que nos hace falta estar cerca de otras personas, pero en un segundo podemos o hacer un bien o hacer un mal. Ustedes tienen hijos, hermanos, papás, y quieren estar al lado de ellos; no quisiéramos que se separaran por una hospitalización o por una pérdida.