Primero la cruz: la tradición de ofrecer las penas, los pecados, las culpas o los remordimientos es, por obra y gracia de las llamadas selfies, un acto narciso, masivo, que va perdiendo su valor.
Pero la bajada por los caminos de piedras sueltas durante 12 kilómetros le devuelven al narciso de la selfie a la razón de El Camino de Santiago: que la vida es una peregrinación efímera, llena de dolores, poblada de peligros, vivida con sustos, con el miedo que produce el barranco sin fondo y con el viento que golpea la cara y el sol quemando en la espalda.
Sin embargo, una mujer bajó descalza cantando entre las piedras.