El cuerpo no es un tema de mesa

Valentina Petro Carmona_ Invisible

Por Valentina Petro Carmona.

La familia es el primer entorno donde se aprende a habitar el cuerpo, pero también puede ser el primer entorno donde se comienza a dudar de él; el hogar es el puente a las relaciones alimentarias de cualquier ser humano, es en casa donde se dan los primeros pasos, donde se aprende y donde se inicia, donde se come por primera vez y donde se adquieren las preferencias alimentarias; pero hay un tema que se desconoce y es la forma en la que la relación familiar aporta de forma silenciosa a los trastornos de la conducta alimentaria.

En etapas tempranas como la adolescencia y la juventud se tienen diversos cambios corporales, que vienen acompañados de dudas, miedos, cargas, juicios y una sensación constante de encajar o saber si el cuerpo que se habita es el “correcto”.

Hay frases y preguntas que generacionalmente se han normalizado, discursos sin intención de dañar, pero que al llegar a una personalidad en construcción y una etapa de susceptibilidad pueden encajarse como una herida; es tan común el “estás repuestico”, “estás muy flaco”, “si sigue comiendo así se va a engordar”, “es que tiene que comer más sopita”, “estás cambiando, no te puedes descuidar”. Estos comentarios muchas veces no nacen desde el juicio, sino de la tradición, pero para quienes las reciben pueden convertirse en la raíz de profundas inseguridades.

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Cuando una persona escucha de manera reiterada que su cuerpo “no está bien”, su relación con la comida cambia, empieza a vivirse desde el miedo, la culpa y la presión de ajustarse a estándares, donde inicia la comparación de lo que es “correcto” evitando el tema central del desarrollo: ¡la salud y el bienestar!

No necesitamos cuerpos perfectos, necesitamos vidas sanas, hogares donde nuestros jóvenes no se sientan en constante evaluación; la alimentación es una relación que nace en casa, si se siembra con juicios, crece con miedo; si se comienza a regar con empatía y acompañamiento, florecerá en salud. Debemos entender que los cuerpos no son proyectos para corregir. En un mundo saturado de exigencias estéticas, la familia debe ser el lugar donde el cuerpo pueda descansar.

Vienen fechas festivas y de amor, la comida debe dejar de ser una amenaza y regresar a ser una experiencia de bienestar, la comida es un símbolo de unión, vale la pena revisar cómo influimos en la relación que genera en el otro. La invitación no es a evitar el tema, es a abordarlo desde la empatía, la información y el tacto; cada cuerpo tiene su ritmo y su historia, no es un tema de sobremesa.

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    “La alimentación es una relación que nace en casa, si se siembra con juicios, crece con miedo; si se comienza a regar con empatía y acompañamiento, florecerá en salud (…) En un mundo saturado de exigencias estéticas, la familia debe ser el lugar donde el cuerpo pueda descansar”.

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