Por Johan Sebastián Ochoa Alzate.
En los rincones del silencio donde se agangrenan las palabras por decir, los adioses que nunca se dieron, los perdones imposibles, y los resentimientos aguardando detrás de la puerta; también se acumulan las cartas nunca enviadas o nunca escritas, que están allí, deshojándose, adulterándose, en un desolador murmullo. Así es esta carta que imagino y que a lo mejor será de nadie para nadie, o un poco de algunos para otros tantos desdichados.
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Tardía carta del padre triste
Hijo:
Perdone, soy tosco. Soy tosco y usted se parecerá tanto a mí que quizá sienta vergüenza; o quizá perdone al lobo que soy a veces, al gato ajeno a sus tristezas, que sin embargo algún día estará a su lado, cariñoso y con ademanes infantiles.
No puedo más que ser esto y usted también lo sabrá entonces, en mucho tiempo, si no encuentra acaso maneras de cambiarse, voluntad de hacerse cenizas y regresar a ser fuego de nuevo.
Con mi bigote que veo que lo atemoriza, y mis manos ásperas y percudidas en las que habita algo de templanza cuando palpan el cuero del cinturón, mis noches al filo de la borrachera y mi violencia a los pies de la cama; con todo eso que no me puedo quitar porque es mi disfraz cotidiano, ruego por que vea la otra cara, la oculta; la que cuando quise mostrar me esquilmaron con dureza y trabajo desde mis seis años.
Porque hay otro rostro, hijo, y quizá usted lo vea en mí al comprender al diablo en usted mismo. Ojalá lo vea. Yo sabré que ha sido así cuando lo note en sus ojos, una noche esperada de un mes lejano cualquiera, cuando lo mire como diciendo “Aquí estoy, papá, y también soy esto que soy y no sé si un día sea capaz de decirle que también lo quiero”.
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Desencuentro
“Fatalidad de anhelar y apenas ser un grano entre la arena; poseer casi la lucidez para saber que es necesaria la renuncia; ser uno para comprenderse polvo”.
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Borges, Cortázar y la literatura fantástica
“Borges y Cortázar enriquecieron el género con cuentos que introdujeron formas modernas del laberinto, nuevos juegos de espejos y de dobles, nuevas representaciones de la monstruosidad, la fatalidad y el infinito”.
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Tardía carta del padre triste
“Porque hay otro rostro, hijo, y quizá usted lo vea en mí al comprender al diablo en usted mismo. Ojalá lo vea”.





