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Reflexión: Las 2 caras de la moneda

  • Reflexión: Pastoral Social – Rionegro

    El fenómeno de la mendicidad ha ido creciendo a pasos agigantados en el Oriente Antioqueño en los últimos años, fruto del crecimiento de los índices de pobreza, desempleo y desplazamiento, entre otros factores que obligan a las personas a salir a las calles a pedir una ayuda para su sustento. Es así como las calles de Rionegro son vistas como una buena plaza para este ejercicio, debido  a que los ciudadanos del municipio se han caracterizado por su generosidad.

  • Lo anterior es quizá una de las principales razones por las cuales se van poblando las calles de Rionegro con personas procedentes de otras regiones, acompañadas de sus hijos, generalmente de jueves a domingo. Ellos colorean el paisaje apelando a la generosidad del ciudadano, que ante la necesidad de aquel que extiende su mano ante él, da una moneda con la ilusión de que está aportando a la solución del problema; pero lamentablemente no es así, esa moneda muchas veces indiferente, sin compasión, está esclavizando a quien nos la pide.

    Quizá quien extiende la mano, espera una mirada, una palabra de aliento, una sonrisa, una verdadera limosna que en palabras del papa Francisco es “dar un gesto de amor que se dirige a cuantos encontramos; es un gesto de atención sincera a quien se acerca a nosotros y pide nuestra ayuda, hecho en secreto, donde solo Dios ve y comprende el valor del acto realizado”. Pero en muchas ocasiones es más fácil dar una moneda para tener el pretexto  de que ayudamos y para no detenernos ante el que sufre, pues el detenernos implica dar algo de nosotros.

    El término “limosna” significa “misericordia” y como tal, se expresa de múltiples maneras, pero siempre con el fin de aliviar la dificultad de quienes se encuentran en necesidad. De parte de quien la da, es necesario ejercerla con alegría y no por librarse de alguien en el camino, sino con la certeza de que dono algo de sí mismo.

    El papa Francisco invita con frecuencia a los fieles a hacerse una pregunta: ¿yo soy capaz de detenerme y mirar a la cara, mirar a los ojos, a la persona que me está pidiendo ayuda? Ahí radica el verdadero sentido del dar, no se debe identificar la limosna con la simple moneda ofrecida a prisa, sin mirar a la persona y sin detenerse ante ella; es necesario mirar, hablar y escuchar para comprender verdaderamente la necesidad.

    Es muy importante entender que dar una moneda puede ser más fácil, pero detrás de ese gesto hay también implicaciones para la vida de quien pide, pues este acto no siempre es fruto de la opción personal; detrás de él pueden haber otras personas que se lucran, mientras que los que están en las calles son obligados, presionados e incluso castigados por sus propios familiares para que salgan a pedir dinero. Por otro lado, la mendicidad también quita las posibilidades de buscar nuevas estrategias para enfrentar su pobreza. Muchas veces se ven personas jóvenes que pueden trabajar, y que libremente deciden pedir porque ha sido algo rentable.

    Es por eso que una moneda sin verdadera caridad lo que hace en realidad es esclavizar, sin intención de agudizar en el problema. Ante esta situación surge entonces la necesidad de visibilizar la realidad y de generar conciencia en quien da, mostrar que existen otras formas de ayudar, de hacer misericordia, y que pueden implicar un poco más de sí mismo, pero que al mismo tiempo pueden ser más efectivas en el momento de solucionar el problema.

    La Fundación Pastoral, en convenio con el municipio de Rionegro, está promoviendo una campaña de prevención de la mendicidad llamada “Las 2 Caras de la Moneda”, la cual busca generar un espacio de sensibilización frente al verdadero rostro de la mendicidad en los habitantes del municipio de Rionegro, a partir de una estrategia de impacto en los principales sectores donde opera el comercio en el municipio. Con la estrategia se pretende dar a conocer las formas que existen de canalizar las ayudas de modo que si alguien desea dar una moneda, o cualquier tipo de ayuda, este aportando a una solución real del problema. De paso, con ello se hace la invitación a entregar una caridad real con la persona que pide: detenerse, sonreírle, hablarle, escucharla y encaminarla a donde la puedan ayudar mejor.

    “Tu limosna me esclaviza…  ¡espero algo de ti!”

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