Ha creado conmoción en los últimos días la visita del Papa Francisco a Colombia, y ¿cómo no? si es un hombre que rompe con todos los esquemas y desde su forma de ser nos reta a una vida distinta. El mundo actual necesita hombres de este talante, que sean signos de esperanza en medio de tantas dificultades y problemáticas que se presentan en el día a día.
Una parte primordial de la condición humana es la acción. Dar el primer paso significa que está prohibido quedarse en estado de quietud, pues obran erradamente quienes esperan demasiadas cosas de los demás y de la vida, sin preguntarse qué espera la vida de ellos. Vale la pena pensar si después de tantos años de conflicto la solución no estaría en aprender que el perdón es un don que se da.
Se requiere de la disposición que antecede a la acción para hacer que las cosas ocurran. Decía Gandhi que “aún la caminata más larga, comienza con un paso”; y aquí viene una cuestión de responsabilidad que debe tener toda persona frente a sí mismo, la naturaleza, los demás y Dios.
El Papa Francisco nos invita a tener y a promover una cultura del cuidado; cuidar al hermano, la familia, a la tierra “nuestra casa común”, al compañero de escuela o trabajo, a los niños, jóvenes, grandes, ancianos, al vulnerable, aún al que cree no necesitar de los demás. Quien cuida el presente no habrá de tener miedo al futuro, pues quien sabe que ha dado, ya ha obtenido una gran satisfacción en su corazón.
Para que logremos vivir en una nueva civilización cimentada en el respeto y el amor, necesitamos volver a la cultura del encuentro, compartir y volver a confiar en el otro, comprendiéndonos como parte de una historia que nos trasciende. Eso exige que cada uno se reconozca importante y necesario para una sociedad que en el marco del posacuerdo clama a gritos por la paz.
Dar el primer paso para construir una nueva historia exige soñar en grande, sobrepasando las barreras de la mente y las barreras externas; desde una viva actitud de alegría que emerja de una sana paz interior, para que no nos acostumbremos al dolor y al abandono en el que viven muchos hermanos nuestros.
El Papa nos invita a “conmovernos por las necesidades de los más frágiles”, a sentir compasión y deseo de ayudar al prójimo, ese otro que demanda de mí cercanía e interés; porque caer en la indiferencia es una señal de que nos hemos distanciado de nuestra humanidad.
Francisco ¡el hombre! mueve más por su humanidad que por su posición social; y más que con sus mensajes, que son muy profundos, nos enseña con sus actitudes de vida que Jesús aún camina entre nosotros, y moviliza en el corazón de creyentes y no creyentes las posibilidades del alma, de creer de que hay algo que nos trasciende y que en el interior de cada uno se esconde un profundo sentido del porqué fue convocado a la existencia.
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