El año que termina ha sido un periodo de muchos cambios, sobresaltos que hacen que la incertidumbre se apodere del mundo. Grandes catástrofes naturales, el Brexit en el Reino Unido, un país que le dice No a un acuerdo para acabar una guerra de cincuenta y dos años, y un país poderoso que elige por presidente a un tipo que pareciera tener un peluquín. Demasiadas cosas para asimilar en tan sólo doce meses y mientras tanto la balanza política del mundo se inclina a la derecha.
Poco a poco en Europa ganan las elecciones partidos de derecha y extrema derecha, alimentados por el desprestigio de los partidos tradicionales, el miedo a los emigrantes y la amenaza inminente de jóvenes que disparan sus AK 47 en las calles de las ciudades de Europa gritando “viva Alá”, como para demostrar que la cuna de la civilización occidental tiene una deuda con la historia.
Adicionalmente en Latinoamérica las promesas del socialismo del siglo XXI se vuelven agua en el liderazgo de presidentes atornillados al poder. La caída del precio del petróleo y los escases de cosas tan simples como papel higiénico y Harina Pan tienen a Venezuela dividido. La corrupción se tragó por dentro las propuestas de cambio social de Argentina y Brasil y regresaron los de siempre a gobernar. En Nicaragua el presidente se reelige de nuevo y la oposición declara nulas las elecciones. Este cambio en los poderes lo lideran los populistas de ocasión que nosotros elegimos.
La certidumbre de hace años ya no acompaña a la humanidad. El clima se salió de madre por nuestra propia culpa, los polos se derriten como hielo al sol, la tierra tiembla en Chile, Italia y china, y las guerras son filmadas desde drones en todos los rincones del mundo como Sira, Irán, Turquía, Yemen, Libia, Afganistán y por su puesto Colombia. Crece el temor a los emigrantes en Europa y en Estados Unidos, los blancos temen perder los privilegios que consideran heredados por quien sabe quién y proponen construir muros.
Cualquier desprevenido creyente diría que estamos en el apocalipsis. No lo sabemos. Lo cierto es que tenemos un mar de información de lo que pasa en el mundo de cuenta de Internet y las redes sociales, pero con un centímetro de profundidad. Muchas de las cosas que están pasando hoy guardan relación con la historia de cada lugar. Leyendo algún pasaje del inicio del siglo XX se encontrarían similitudes trágicas y paradójicas sobre el inicio del siglo XXI, sobre todo para Colombia. Tal vez no es el apocalipsis sino sólo aquello de lo que sabemos tan poco: la historia.
Nuestro miedo es caldo de cultivo para mesías de oficio que se anidan en partidos políticos y en iglesias de garaje, pues “ante tanta incertidumbre alguien nos tiene que salvar”, dirán algunos. Aparecen los salvadores apelando a nuestros sentimientos profundos de amor a la patria, a nuestro señor o al líder, para defendernos del capitalismo egoísta y consumista, del comunismo ateo, de los “narcoterroristas de la far”, de los migrantes, de los negros, de los pobres, de los musulmanes y de los maricas, en otras palabras, de los distintos.
El temor es un mal consejero para elecciones individuales y colectivas. Nos conduce por caminos que suelen ser tortuosos, empezamos a auto defendernos alimentados por miedo e ignorancia y las consecuencias de esta contradicción suelen ser trágicas. Todos tenemos miedo de algo y los que se hacen elegir lo saben. El alimento del populista es el miedo.
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