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Su hijo estuvo en la guerrilla y ahora está en la cárcel, este es el relato de su padre

  • Caravanas por el desarrollo visibiliza lo agudo que fue el conflicto en el Oriente Antioqueño


     

  • Mi nombre es Francisco Gómez*, toda mi vida he sido de Argelia, aquí he visto como la sangre de inocentes ha marcado mi memoria.

    El 3 de diciembre de 1999, salí con mi familia hacia el municipio de Rionegro, allí me instale vendiendo frutas en la galería de aquel lugar, pero esto no era parecido a lo que yo estaba acostumbrado. No conocía las personas, mi casa en Rionegro estaba lejos y lo peor, me toco pedir limosna al principio, pues la denuncia que hice a la Fiscalía para que me ayudaran económicamente nunca me sirvió de nada.

    La guerrilla eran los dueños del pueblo, todo debía ser autorizado por ellos. Se debía asistir a las reuniones obligatoriamente, mataban las personas por chismes, todos éramos testigos de la sangre que corría por nuestros pies, sin embargo, nuestro miedo podía más que las palabras de denuncia. Hoy en día, la cantidad de personas que se ven en el parque de Argelia mutiladas, fue a causa de las minas antipersonas. Eso se lo deben a la Guerrilla.

    Recuerdo que me fui de Argelia porque ellos habían sobrepasado mis límites.  Un domingo, cuando vendía frutas en el parque del pueblo, llego la guerrilla y me transportaron en un carro rojo para Rioverde, allí se les varó el vehículo y nos toco pasar la noche en una trocha.

    Tenía tanto miedo por mi vida, que pensé que nunca más volvería a ver a mi familia. Al otro día en la mañana, me dejaron ir, pero antes me advirtieron que tenía que estar yendo a Nariño constantemente llevándoles bananillo. Cómo olvidar las humillaciones que pasamos los campesinos gracias a ellos.

    Pero eso no es lo peor, uno de mis hijos, antes de irme para Rionegro se fue con la Guerrilla, él fue uno de los causantes de la toma de Nariño. Tenía solamente 15 años cuando se dejó seducir por las armas. En este momento, está en una cárcel de Valledupar, allá no lo veo, no tengo recursos para ir y lo más triste es que lo condenaron a 45 años, para eso ya no estaré, la muerte ya habrá venido por mí.

    Tener un hijo en la guerrilla desmotiva las ganas de luchar por la paz, saber que los amigos lo soncaron para vivir en el monte, haciéndole daño a las personas, es  realmente triste. Mario se fue con falsas ideas, pensando que algún día encontraría su paz. 

    Uno tiene memoria y no puede  olvidar las lágrimas de un pueblo causado por las balas, solo queda seguir adelante, mostrar la verraquera y luchar por lo que quieres, para algún día moldear un poco el olor que llevas en tu corazón.

    *El nombre fue cambiando por seguridad. 

    Por: Ana Maria Correa, enviada especial

    [email protected] 

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