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Escribir mi libro

  • Escribir un libro es un ejercicio solitario y obsesivo. Quienes intentamos hacerlo deberíamos tener un entrenador, así como lo tiene un futbolista o un tenista. Uno, siquiera. Me entreno sin entrenador, me disciplino sin entrenador, me corrijo sin entrenador, aprendo sin entrenador. Podría saber más con entrenador, pero no lo tengo.

    En solitario rayo el borrador de una historia que escribo desde hace diez meses, pero que empecé a construir antes de la primera frase. Obstinado en el ejercicio, abandono el relato que he leído una y otra vez y transito hacia Lacrónica de Martín Caparrós en la que dice que escribir un libro te “obliga a pasarte mucho tiempo dedicado a lo mismo”. A lo mismo.

  • Cada día me levanto pensando en mi propia escritura, en la confección de la historia, haciendo planes a largo plazo. En el principio fueron las notas de mis cuadernos, luego una estructura y después un narrador, un tono. Una apuesta estética. Más tarde el primer borrador y la lectura en compañía de un amigo editor que se convirtió en el guardaespaldas de mi relato.

    Y como me he dedicado a lo mismo, no hago sino hablar de mi libro y sus personajes, de sus vidas, de los caminos que recorro con ellos, de las serpientes que nos encontramos, de las minas que creemos esquivar, de los ríos cristalinos, de sueños, de miedos. Quienes me escuchan, y los que me leen, a lo mejor están cansados de que siempre les hable de Aquitania, el corregimiento de San Francisco, del que se desplazaron casi todos sus habitantes en menos de un año.

    No podría escribir sobre ellos si no me pasara tantos años obstinado hablando de esta historia y tejiéndola en solitario. El tiempo y el esfuerzo que le he dedicado no tendrán la recompensa material que deberían. Sí un simbolismo, un público limitado, un libro que contiene mis propios caprichos, un libro contra mí mismo, para mí mismo, mejor que el anterior, más duro, más desgastante.

    En un par de meses este libro será un libro. Lo leerán unos cientos, unos pocos. Tal vez empiece a hablar menos de él. Sus páginas expresarán lo que durante tres años he escuchado y escrito en mi libreta. Al fin me callaré y dejaré de pasar mi tiempo dedicado a lo mismo.

    Un escritor debe escribir como si no hubiera público, dice Martín Caparrós. El escritor debe escribir para sí mismo, me dijo hace unas semanas Gonzalo Medina, mi profesor insignia en la universidad. Escribo para mí y contra mí, sin entrenador, porque soy yo mismo, a sabiendas de que escribo para los que esperan un tema distinto.

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