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Apuntes después de un libro

  • Escribí en mi libreta una lista de frases que me inquietan y que me llevan a mi libro Aquitania. Siempre se vuelve al primer amor. Soy consciente, ahora que lo escribo, que durante estos últimos años tuve una influencia gigante de la nobel Svetlana Alexiévich, quien decía que en su escritura sigue la pista del espíritu humano, la historia de los sentimientos.

    Esa idea me ha calado profundamente. Es así, porque en Aquitania no quería recorrer de nuevo la guerra y sus combates y sus batallas. Claro que aparecerían, pero no serían los protagonistas del relato, porque ahora lo que me importaba no eran las minas ni las bombas sino los sentimientos y las emociones, los sueños y los miedos.

  • Es diferente a mi libro sobre La Danta, Con el miedo esculpido en la piel, porque allí hay un recuento importante sobre los armados y sus famosas “obras sociales”. Ahora no, pienso en el amor en medio del terror, del dolor, de la desesperanza.

    Mientras avanzaba en esta historia, y antes de que los relatos fueran historia en mis cuadernos, éstos aún eran dolor, y son, y no es nada fácil pasar por encima cuando el dolor está fresquito, cuando recordarlo arranca lágrimas, cuando algunos de los personajes huyen para no seguir reavivando la causa de sus miedos.

    Escribir este libro me ha permitido resucitar el pasado de los aquitaneños y el mío. Un acto de resurrección, como dice Andrés Felipe Solano. Por eso, agrega Alfonso Armada, escribo contra el olvido del mundo y el propio.

    Durante este tiempo pensé constantemente en Alexiévich y en Armada, bebí de los versos de Neruda y Benavides, de las canciones de Atahualpa Yupanqui y de los viejos vallenatos. Porque ante todo, la escritura es ritmo, es música.

    Pero también me inspiró Javier Cercas. Decía en El Impostor que la primera obligación del escritor es entender, que no quiere decir disculpar ni justificar. El pensamiento y el arte, agrega, intentan revelar lo que somos, intentan mostrar la complejidad de la existencia.

    Ahora bien, mientras escribo esta columna también pienso que mi libro tiene una intención, totalmente subjetiva, compuesta por mi mirada y mi interpretación. Es una verdad y quiero que los lectores revisen esta historia con las gafas que ofrecen mis palabras. Eso es. Hago periodismo y es posible que haga memoria, pero no me interesan esos debates. Solo sé que escribo no ficción, que intento comprender, que escribo la historia de los sentimientos de mucha gente que siempre ha sido invisibilizada y que, además, hago esto contra el olvido de todos.

    Escribo en la calle, tomando como ejemplo a Pamuk, y no detrás de la ventanilla de un carro, en donde el pasajero cree que ya lo conoce todo porque sus ojos así le indican. Mis pies están empantanados, mi espalda se resiente agarrotada, mis mejillas sienten las lágrimas ajenas, mis ojos se nublan, mis oídos crecen como esponjas con cada relato nuevo. Abajo del carro, al otro lado de la ventanilla, la vida es distinta.

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