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¿Unirnos o Competir?

  • En el planteamiento que usé para el título de esta reflexión se agazapa una cuestión de economía moderna. Y es muy normal: estamos tremendamente acostumbrados a convertirlo todo a términos monetarios, a calcular cuánto nos cuesta en cada momento de la vida la energía, el tiempo o los talentos que dedicamos a cualquier actividad.

    Valga mirar la constante procesión de individuos adoctrinados, que no pierden chico para “compartir la puerta hacia su libertad financiera”. Todos llegan con esa maravillosa oferta proponiéndome que cambie de lógica, que deje de correr en círculos, que logre que el dinero trabaje para mí y me hablan de porcentajes, piedras preciosas, viajes, lujos y una infinidad de banalidades materialistas.

  • No me las voy a dar de asceta-siglo-XXI, pero ¿realmente tiene sentido transformarlo todo a porcentajes de ganancia? ¿Todo debe conducirme a un 8, un 12, un 15 o un 20%? ¿Es justo someter a buenos profesionales, gente con calidades increíbles, a que su trabajo dependa no del desempeño profesional sino de una cuota publicitaria o un porcentaje de ventas?

    Creo firmemente que la comunicación es el alma de las sociedades (no, no me estoy mirando como el ombligo del universo) y esto no es un asunto de falso orgullo.

    Comunicación es más que medios o conversaciones. Comunicación es intercambio y equilibrio y esos dos conceptos están presentes desde las más enigmáticas estructuras atómicas en el universo, hasta los más complejos ejercicios de magia ritual en las selvas del amazonas: es decir en todo. El origen del universo puede describirse como un intercambio de energía, una “comunicación de energías”. Pregunten y verán.

    Por la misma razón, una comunicación desequilibrada es un negocio injusto, una relación vertical opresiva, una explotación inhumana y una dictadura política abusiva.

    Todo son relaciones de comunicación en las que una parte está en franca desventaja: severamente desequilibrada.

    Uno administra de la mismo forma las relaciones con lo básico: su propio cuerpo, su pareja, su familia, los vecinos, los amigos... y de allí en adelante en ondas concéntricas como las que deja una piedra en el agua. Si usted no tiene una comunicación equilibrada con su cuerpo, vaya tomando pastillitas y precauciones, porque en algún momento lo deja tirado como un carro sin mantenimiento.

    Comunicación implica contacto, a veces tangencial de un vago toque, en otras interrelacionado y profundo. Y cada ejercicio de comunicación puede alojarnos en una posición diferente según nuestras intenciones. En un espectro puede ser amplio pero los matices se parecen fácilmente a dos posturas: la de aquel que busca la unidad o la de quien busca superar una competencia.

    Al poner a contraluz estas dos intenciones comunicativas, se puede obtener evidencia cercana de las estrategias y los efectos que tienen nuestros intercambios comunicativos cotidianos. La pregunta se puede reducir a esta: ¿Estoy comunicando para la unidad? O bien, ¿Estoy comunicando para la competencia? Obviamente competencia entendida en términos de rivalidad.

    En este punto pienso que mi reflexión merecerá un segundo tiempo, una pausa para tomar agua y respirar. Pero una vez planteado el reto, vuelvo a la tesis del inicio: una comunicación basada en la búsqueda de la unidad rara vez se detiene en los términos monetarios, porcentuales o redituales de cualquier relación. Contrario lo que ocurre con la comunicación basada en la competencia, porque allí siempre se tasa todo en cuánto me cuesta o cuánto me produce tal o cual relación.

    Es necesario plantear nuevos enfoques cotidianos. Esta sociedad los necesita y sobre todo: la sociedad que les quiero dejar a mis hijos los requiere como imprescindibles.

    En un principio estuve convencido de que era necesario crear una “nueva gran teoría de la comunicación para la unidad” que abarcara todo cuanto los poderes económicos han marginado, todo ese lado “humano” de nuestro ejercicio; pero luego he venido entendiendo que una teoría de la comunicación no se escribe para luego poder empezar a practicarla. Una nueva comunicación es un “start-up”, un chispazo, una práctica cotidiana que se va extendiendo y multiplicando.

    Yo no sé si mis lectores lo crean así (convencido yo que asumo más de una lectura), pero creo que un día sin retos es un día vacío y muerto. He aquí pues una formulita para establecer retos cotidianos: hagámonos la pregunta, pero no con la idea de encontrar la respuesta mañana... se nos acabaría el reto y sería muy aburrido el día.

    CSP - José Alejandro Ramírez

    @alejoramirezv

    [email protected]

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