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Resaca y plebiscito

  • Los que votamos Sí estábamos embriagados con la ilusión de la paz y los que votaron No embriagados por aspirar a un mejor acuerdo con las FARC y, como lo aceptó el gerente de la campaña del No, también embriagados con la indignación de las verdades a medias que promovió esta campaña. Pasaron las elecciones y llegó la resaca; a los del Sí por considerar que perdimos una oportunidad difícilmente repetible de acabar el conflicto con la guerrilla más vieja del hemisferio occidental, a los del NO porque en todos sus cálculos nunca estuvo ganar aunque fuera por 53.894 votos y a los que no votaron, que fueron la inmensísima mayoría, un 62,5 %. Ellos se dieron cuenta de la responsabilidad y el efecto concreto de un voto y decidieron marchar. Y al final todos en el limbo, con sensación de resaca e incertidumbre, como atrapados en las historias de García Márquez donde la realidad supera la ficción y la vida es un vaivén de tragedias por los siglos de los siglos.

    Todos dijimos mentiras. Los promotores del No anunciaron el fin de la familia y la llegada de la dictadura homosexual y Castrochavista. Los promotores del Sí amenazamos una guerra sin nombre de ganar el No y desconocimos a la otra mitad de Colombia que odia a las FARC y a un presidente ciertamente cuestionable en su gestión, pero que dicho sea de paso, se la jugó por la paz cómo pocos y eso le valió el Nobel de Paz por su esfuerzo. Pero al final todos quedamos en el limbo. Un Brexit a la colombiana, dejamos a 5.700 guerrilleros de las FARC listos para entregar los fierros y a un país dividido entre el No y el Sí, mientras las elites de siempre se reconcilian con tinto y galletas en el palacio de Nariño a la vieja usanza del Frente Nacional. Desconocimos a los que pensaban distinto y hasta borramos amigos del Facebook y rabiamos por nuestra verdad en las redes sociales. Todos fuimos soberbios.

  • Se nos olvidó que todos somos responsables de esta guerra desgraciada que llevamos a cuestas y que todos somos responsables de la construcción de la paz. El conflicto armado colombiano no surgió por generación espontánea, conlleva una suma de responsabilidades históricas por acción, por omisión y por reacción de todos nosotros, del estado, las guerrillas, los paramilitares, los empresarios, las instituciones, la fuerza pública, los partidos políticos, las iglesias, las firmas encuestadoras, los que votamos Sí, los que votaron No y los que no votaron.

    El estado es responsable por abandonar de manera histórica regiones de Colombia y de no ser capaz de ofrecer una democratización económica y política para aquellos que no viven en las ciudades del triángulo de oro (Cali, Medellín, Bogotá y Barranquilla). Es responsable por hacer creer a muchas personas que el estado de derecho no es más que un Black Hawk descargando soldados que matan guerrilleros; los buenos contra los malos como si la vida fuera una vieja película de la guerra de Vietnan.

    Las guerrillas son responsables por creer que después de tantos años la toma del poder por las armas tiene futuro en un mundo donde el presidente de Estados Unidos se va a ver jugar Beisbol en Cuba y los Rolling Stones hacen un concierto multitudinario en la Habana. Son responsables por defender un fin noble como la igualdad con medios ruines como las tomas guerrilleras, la extorsión y los secuestros.

    Los paramilitares son responsables por ser un engendro del establecimiento, por encarnar la sevicia y el odio de quienes no aceptan la diferencia, por sus masacres sin nombre, por no decir la verdad después de su proceso de desmovilización y por encubrir a sus financiadores. Los empresarios son responsables porque cuando el país se volvió un mierdero invirtieron sus capitales en otros países y porque muchos no musitaron cuando algunos apoyaron grupos al margen de la ley. La fuerza pública es responsable por encarnar una doctrina de seguridad nacional basada en la lucha anticomunista y en su nombre matar jóvenes y vestirlos de guerrilleros para justificar su victoria militar

    Los partidos políticos son responsables por encarnar sus intereses electorales lejos de las demandas de la sociedad, por su incoherencia ideológica, por luchar por el poder y no por el bienestar de las personas. Las iglesias por su neutralidad acomodada a las circunstancias, por su silencio cómplice, por la connivencia sin pudor con los poderosos y porque prefirieron anunciar un evangelio sin gente, a denunciar las injusticias de un país desvergonzadamente desigual.

    Los que votamos por el Sí y por el No somos responsables por soberbios, por insultar, por rabiar, por desconocer a los distintos y los que no votaron son responsables por indolentes con la tragedia de ocho millones de víctimas. Todos sin excepción somos responsables de esta resaca, de este dolor de cabeza, del alma, de patria. Si algo nos quedó de esta experiencia que acaba de pasar y que difícilmente olvidaremos, es que el conflicto nos implica a todos y desde donde estemos tenemos el deber moral de construir la paz.

    Ahora sólo queda esperar que esta resaca no dure tanto como en Chipre, donde la gente no refrendó los acuerdos de paz de su país y llevan 12 años tratando de salir del limbo. Sólo queda salir a la calle y marchar por la paz y presionar a nuestras viejas elites políticas para que nuestro país tenga otra oportunidad bajo la tierra y de la resaca surja la sensatez.

    Luis Fernando Calle Viana Sociólogo luisfercalle@gmail.com
    Luis Fernando Calle Viana
    Sociólogo
    [email protected]

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