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¿Quid est veritas?

  • Todo el que es de la verdad, escucha mi voz.

    Pilato replicó: ¿Qué es la verdad?

  • Juan 18:37-38

    Cada vez que llega Semana Santa recuerdo ese pasaje del evangelio de San Juan en el cual Pilato le pregunta a Jesús por la verdad. Él, dentro de su silencio, nos demuestra la rigurosidad que requiere responder a esta pregunta. Y no es que no existan otros fragmentos en las Sagradas Escrituras donde se haga alusión a esta palabra. Al contrario, lo vemos también  en Juan 14:6 donde dice que él es el camino, la verdad y la vida; o  en Juan 8:31 donde dice que la verdad os hará libres. Este pasaje puntual nos enseña la dificultad de definirla.

    Aclaro que no hago aquí un análisis exegético, ni mucho menos un estudio exhaustivo del versículo. Pero sí me parece importante detenernos a reflexionar un poco sobre este pasaje que escuchamos cada viernes santo, pero que en el afán de salir con la familia a comer helado, dejamos pasar por alto la profunda complejidad que traen estas palabras. Y más aún, cuando en temas religiosos quienes se declaran creyentes poco se han acercado a las Sagradas Escrituras, y para el colmo, quienes se proclaman ateos tampoco lo han hecho.

    Y es que, ¿de qué forma respondemos a esto cuando se nos pregunta en la actualidad? ¿Reflexionamos a fondo sobre ello o damos una opinión inmediata y atrevida? ¿Damos por aceptado el mundo tal como se nos presenta o dudamos un poco de ello? Quisiera pensar que aún se le guarda un poco de respeto a la palabra “verdad”, pero nuestra desacralización del mundo nos ha llevado también a pisotear el lenguaje y con ello a pervertir las palabras. La veracidad en la actualidad pareciera que ya no es siquiera un asunto a tratar, puesto que nos hemos dedicado a relativizar todo y por ende no hay una discusión frente a ello que valga la pena.

    Roberto Blatt, por ejemplo, no dice en su ensayo “Historia reciente de la verdad”: “Justo ahora, cuando parecía que la tecnología nos acercaba a la realización utópica de una democracia basada en información verídica y contrastada, universalmente accesible -los medios para comprobar las evidencias existen y están al alcance de todo- se multiplica la máquina de fabricación de falsedades”. Eso justamente lo que pasa: que hemos creído ingenuamente que el tener acceso a la información nos otorga como garantía la verdad.

    Ahora bien. El problema para mí hoy en día al debatir sobre esta, es que ya no se puede hablar de ella (aunque inocentemente pensemos que lo hacemos), porque dentro de nuestro medio se ha institucionalizado la mentira. Esto noa ha llevado de forma desenfrenada a realizar juicios sin criterio, porque al fin y al cabo el mundo posmoderno nos ha enseñado que podemos conformarnos con opiniones. Parece que importa poco la evidencia y la rigurosidad, o por lo menos cuando de parlotear se trata, que es lo que en la mayoría del tiempo hacemos.

    Ojalá en esta Semana Santa aprendamos a escuchar mejor y callar más, a descifrar el idioma del silencio y a entender que no siempre las respuestas deben ser explicitas, porque quizás ahí radique el fundamento de ese mutismo de Cristo. No hemos podido entender que el sentido radica en ese aspecto contemplativo que nos cuesta tanto, porque en nuestro afán de querer dar respuesta a todo, hemos ignorado y perdido de vista el valor del silencio.

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