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Pékerman para Presidente

  • Lo primero es que aquellos que me lean escribiendo sobre fútbol van a echar una buena carcajada, pero la explicación es sencilla: en tiempos de Mundial todos somos  técnicos de fútbol.

    Con la emocionante campaña de la Selección Colombia en el Mundial FIFA de Brasil 2014, ha sido inevitable que a través de cada medio disponible se hagan chistes (memes les dicen ahora) sobre el desempeño del técnico de nuestro combinado y lo comparen con la realidad política, muy a propósito de las recientes elecciones presidenciales.

  • En el más reciente que vi (no debe ser el último, claro), aparece el actual presidente reelegido junto al estratega deportivo y una leyenda que dice “el presidente de Colombia posando junto a Juan Manuel Santos”. Pues que de lejos es bastante irónica, pero en el fondo suscita una reflexión interesante, por lo menos comparativa.

    En el juego de ayer ante Japón, pudimos apreciar varios hechos que son dignos de poner a contraluz sobre la realidad política colombiana, sólo para considerar por divertimento a José Néstor Pékerman sentado en el Solio de Bolívar, en comparación con los que ya se postularon y se sometieron a la votación.

    La primera virtud es la discreción, la economía de palabras y la argumentación con hechos; así se gana el respeto porque, a menor cantidad de palabras, menos posibilidades de desacertar en el discurso,  en cambio, mayores de acertar en el producto: el que hace y se equivoca está más cerca del blanco que aquél que sólo parlotea y nada produce. Paloma que al volar defeca, dicen por mi casa. Ahí Pékerman va ganando por decoroso.

    La segunda es la capacidad de fiarse en las calidades, condiciones y talentos de sus administrados, de conducirlos con táctica hasta obtener el mejor fruto de sus habilidades en beneficio de un colectivo, es decir: aplicar la más pura y limpia meritocracia.  Aquí me uno a un comentarista deportivo que durante el encuentro con Japón, en el que la nómina incluía a cerca del 60% de jugadores “de banca”, expresó que la evidencia del éxito de Colombia se basaba en que no dependía de figuras individuales sino de estrategias colectivas.

    Eso, en el símil de país, significa “Políticas de Estado”, reglas, modelos y estrategias de no cambian cuando se suichan los gobernantes.  Eso es tener la suficiente decencia como mandatario, para trazar horizontes de beneficio colectivo que superen con mucho su período presidencial (o de gobernador, o de alcalde, o de gerente… Aplica para cada nivel).  Es ver más allá del rédito personal que concede una presidencia. Aquí, a diferencia de allá en la cancha, se juega con los que les toca el turno, se suben los que pusieron más votos y se pagan los votos con puestos por doquier, independiente de si se tiene o no habilidad, conocimiento, formación, experiencia y decoro.

    Y el tercero y más importante: es saberse finito. Y aquí sí creo que todos los técnicos deportivos del mundo tienen esa claridad diáfana: que duran en el cargo hasta que sus resultados los soportan. Pékerman lo sabe: su paso por la Selección Colombiana de Fútbol tiene un límite (y espero, por el respeto que me ha ganado este hombre, que lo imponga él mismo); su momento es éste y allí puede lograr su consagración, por eso deja la piel para lograr los mejores resultados posibles.

    Tener conciencia de la propia temporalidad es quizás la característica más ausente en nuestros líderes políticos contemporáneos: la gran mayoría de ellos se creen semi-dioses mitológicos cuya capacidad de acción, influencia y audiencia no conoce ocaso. Atiborran la audiencia de opiniones inoportunas, bombardean los medios de comunicación con palabrería y pretenden mantener una autoridad sempiterna sobre cada faceta de la realidad nacional.

    En el tiempo de goce del fútbol no hay que olvidar las responsabilidades, ya lo refleja el país con los desbordes sociales a propósito de cada una de las victorias de la Selección Nacional.  El ideal sería ganar y mantener la cordura.  Pero en el fondo, lo que debe dejar este mundial es la evidencia clara de que un buen estratega, al mando de talentos bien combinados, con proyectos claros, tiene mayores posibilidades de entregar resultados más contundentes.

    Aprender del fútbol para la política podría ser el gol que le hace falta a nuestro partido con la historia patria.

    Por: Alejandro Ramírez.

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