Después de la resaca acumulada que dejaron tanto las pasadas elecciones presidenciales, que por fortuna ya pasaron, y el inolvidable mundial que nos regaló nuestra amada selección Colombia, es preciso volver los deberes cotidianos y retomar la reflexión sobre el interesante momento que vive el país, entorno a la construcción de la paz y los retos territoriales, institucionales, sociales y culturales que implica este proceso para la región.
Todo indica que el proceso de paz entre el Gobierno Nacional y las FARC (y el ELN), será una realidad que llegará, ojala más temprano que tarde; que indefectiblemente tendrá consecuencias sobre la vida nacional y regional. La firma del fin del conflicto tendrá el significado que la sociedad, la institucionalidad, los movimientos sociales, los partidos políticos, los gremios; y en últimas los ciudadanos le pongamos. El fin del conflicto armado Colombiano, el más viejo de todo el hemisferio occidental, implica retos territoriales que debemos asumir si queremos construir un país mejor para nuestros hijos.
- El primer reto del proceso de paz es comprenderlo, no como punto de llegada sino como punto de partida de la construcción de la paz, es decir como oportunidad de llevar a cabo las reformas institucionales necesarias para cerrar profundas brechas sociales, que también se reflejan en el Oriente Antioqueño en las diferencias abismales entre las zonas de Altiplano con Bosques y Páramo, por poner solo un ejemplo.
- El segundo reto territorial es reconocer la fuerte afectación que el conflicto ha dejado en Oriente Antioqueño, hacer memoria para el desarrollo, reconocer que la confrontación armada en este territorio entre el frente 47 y 9 de las FARC, el Carlos Alirio Buitrago y el Bernardo Lopez Arroyave del ELN con la Fuerza pública y los Paramilitares, en su momento más álgido dejó cifras escabrosas[1] como: 2.539 NN entre 1985 y el 2008, 179.035 desplazados por expulsión entre 1997 y 2011, 601 personas desaparecidas entre 1981 y el 2008, 5.371 homicidios entre 1999 y 2009, 823 personas afectadas por minas antipersona o munición sin explotar entre el 2005 y el 2010, 76 masacres que dejaron 406 víctimas entre 1999 y 2009. Todas estas cifras son testimonio estadístico de una región que se cuenta entre las cinco con más afectación por el conflicto en el país; por lo tanto la construcción de la paz para el Oriente Antioqueño es un imperativo moral, es un deber ético con la historia reciente del territorio.
- El tercer reto es reconocer el trasfondo económico del proceso de paz, este proceso va mucho más allá de los rifirrafes ideológicos entre enemigos y defensores del proceso, la realidad macroeconómica de Colombia viene mostrando que el país se ubica como economía emergente en los llamados CIVETS[2] junto con Indonesia, Vietnam, Egipto Turquía y Sudáfrica , y requiere acabar por la vía negociada el conflicto, para que el Producto Interno Bruto - PIB, suba mínimo 2 puntos, como lo demostró un reciente estudio del PNUD y el Centro de Recursos para Análisis del Conflicto - CERAC, dicho de otro modo la elite industrial y financiera de Colombia - parte de ella en Antioquia - requiere poner a andar la economía nacional a través de los TLC firmados con Chile Estados Unidos Canadá, la Unión Europea, Corea del Sur, sumado a los que están en proceso. El trasfondo económico de la negociación es la necesidad de explotación de recursos naturales como cobre, carbón, coltan, entre otros; en las zonas donde han hecho presencia las guerrillas, para competir en el mercado internacional. Este proceso incluye por su puesto al Oriente Antioqueño con su potencial industrial y sus riquezas naturales.
- El cuarto reto de la paz para la región, es entrar en diálogo respetuoso con nuevos actores sociales y políticos, en las disputas del poder local y regional para la gestión territorial, es decir preparar las mesas, las organizaciones gremiales, las cooperativas y las organizaciones eclesiales para emprender la construcción del desarrollo con: organizaciones de estudiantes universitarios, expresiones organizativas de la comunidad LGTBI, un posible partido político de izquierda que surja del proceso de paz , expresiones de organización sindical, expresiones de grupos o personas que no profesen religión alguna, que habitan la región y demás actores que han sido minorías históricas en nuestro Oriente conservador y que empezaran a emerger desde lo local a lo regional. El reto de la paz para la región es construir desarrollo con los distintos, sin acudir a métodos extra- institucionales o por fuera de la legalidad para excluirlos, implica comprender que es otro momento de la región, del país y del mundo.
La construcción de la paz en Colombia y en la región, luego de la firma del fin del conflicto tiene múltiples retos, que los habitantes de cada territorio, cada localidad, cada municipio, cada corregimiento, cada vereda, tendremos que afrontar en las próximas décadas, por eso debemos superar la retórica del desarrollo y convertirla en realidades tangibles que generen bienestar a los cerca de 600.000 habitantes de la región. Se nos llegó la hora de fortalecer los estados locales para brindar servicios básicos de salud, educación, vivienda, agua potable y para lograrlo es preciso construir una ciudadanía fuerte con capacidades para la participación política, para que se conformen partidos políticos nuevos y se fortalezcan los existentes, para realizar control político y veeduría y la tan anhelada democracia se fortalezca en la región.
[1] Cifras obtenidas del Observatorio de Paz y Reconciliación, del Registro Único de Víctimas, de la Vicepresidencia de la República, del Programa Presidencial de Acción Contra Minas Antipersonal
[2] Es un acrónimo para referirse a los mercados emergentes de Colombia, Indonesia, Vietnam, Egipto, Turquía y Sudáfrica.
Por: Luis Fernando Calle Viana - Sociólogo - [email protected]