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La Convención hacia adentro

  • Por: Felipe Vélez Pérez - [email protected]

    Historiador Universidad Nacional

  • Hace unos días, la Casa Museo de La Convención abrió nuevamente sus puertas al público. Estuvo cerrada poco más de un mes a causa de la jubilación de la antigua directora, Carmen Cecilia Garzón, y de las dificultades para encontrar una persona que se encargara de atenderr a visitantes, investigadores y turistas. Además, también era necesario un tiempo para enseñar las responsabilidades de la dirección del espacio y para el correcto seguimiento de los procesos internos. Nuevamente entonces la Casa está abierta a las personas interesadas en los asuntos históricos.

    No cabe duda que este recinto es un espacio muy agradable, al margen del poco cuidado que siempre se le ha dado. Sin embargo, la persona que entra allí se encuentra desde el mismo portón con un ambiente diferente e irregular en el contexto del municipio. Una ancha puerta de manera seguida de una reja con sus debidas proporciones y colores, celan pasivamente el lugar. Ahí mismo, en la entrada, se ven varias placas en las paredes. Al fondo, un antiguo coche de transporte de pasajeros, con tirado de caballos, aparece de inmediato. Un poco más cerca se perciben las banderas de Rionegro, Antioquia y Colombia, y una parte pequeña del jardín central se divisa desde la entrada.

    La puerta de madera permanece abierta durante el día. La reja, por el contrario, solo se abre para permitir el paso de los visitantes. Después de ella, dando tres pasos, la contemplación del espacio causa una mayor sorpresa. El jardín, tenuemente esbozado por la poca vista que permite la entrada, aparece ahora en todo su esplendor. Una hermosa fuente gobierna el centro del lugar y, a su alrededor, una serie de arbustos y flores custodian la hermosura de aquel sitio. Al fondo están los guayabos y otra porción más de pequeñas plantas. El exterior del patio central se completa con los corredores de la estructura cuadrangular de la Casa. Placas, bustos y cuadros terminan por ofrecer cierto encanto al visitante. Y arriba el cielo, que aún estando oscuro parece más hermoso.

    Solo para ofrecer un detalle más, diré que bajo el techo a dos aguas que da sobre el jardín central, penden en las vigas de madera varias lámparas de rústico diseño. Además, bordeando el jardín, otras cilíndricas luminosidades rodean el lugar. Basta con que oscurezca un poco y estén aquellas luces prendidas para que verdaderamente aquella Casa revista un aire mágico, encantador y embriagador. Pareciera como si aún nos encontráramos en los tiempos antiguos de la colonia, cuando fue construida aquella vivienda, y afuera, sobre la calle, creyéramos escuchar el galope de los caballos en lugar del pito de los carros, y como si al pasar sobre la acera nos sorprendiéramos encontrarnos con Sinforoso García, con Pedro Sáenz, con José María Córdova, con Liborio Mejía, con Pascuala Muñoz y con muchos otros personajes de aquella época pretérita.

    La arquitectura suscita una imaginación ferviente y juguetona, y aquella casona que soporta el paso de los años y alumbra los recovecos de la memoria con su sencillo y encantador diseño, señala que aún vale la pena mirar hacia atrás, así sea para contemplar la historia o para vivir el delirio poético y sentimental de lo que ya pasó pero que aún nos conmueve.

    Luego hablaré sobre su interior…

    Comenzaré por señalar la importancia de la Casa Museo La Convención. Tal vez lo he hecho en anteriores ocasiones, pero creo que no deja de ser importante prestar atención una y otra vez a uno de los pocos museos que preserva el municipio de Rionegro. Se insiste constantemente en la idea de que el museo guarda historia. Es cierto, en parte, pero lo esencial es que un museo construye una visión de la historia. Quizá esto lo pueda mencionar después. Lo que me interesa ahora es compartir lo que leo en la Casa Museo a partir de sus objetos y de sus salas internas, es decir, cómo están dispuestas las salas y los objetos y qué podría indicar esa disposición determinada.

    La sala uno, o sala de la Convención, se encuentra cerca a la entrada. Es una sala amplia que conserva algunos documentos de la Convención de 1863, varias sillas y una de las mesas que usaron los convencionistas, algunos cuadros con imágenes de los representantes de los diversos estados, una urna triclave y algunos muebles de la época. Según parece, muchos objetos se han perdido o permanecen en otros museos e instituciones, y también como objetos privados en algunas familias.

    Avanzando a través de una puerta interior se llega a la sala dos. Este espacio está dedicado a la época de la colonia. Es una esquina pequeña que apenas recoge algunos objetos. Esta esquina marca también el límite de la casa en el extremo oriental. Allí está el escudo que el rey Felipe II dio a la ciudad de Arma a finales del siglo XVI (algunos afirman que es simplemente un réplica y que el original se quemó). Posteriormente, por el traslado de la ciudad de Arma al Valle de San Nicolás, este escudo pasaría a constituir el emblema de Rionegro a partir de 1786. La sala guarda también los retratos de algunos gobernantes sobresalientes, documentos de época, muebles y artículos pequeños de decoración y uso doméstico.

    De allí se sigue a la sala tres o sala de la independencia. Una gran mesa se encuentra dispuesta en el centro. A un costado, contra la pared oriental, se halla un estante de la época con algunos documentos sobre él. Alrededor del salón se encuentran varias pinturas y retratos de personajes como Bolívar, Córdova, Mejía, la señora Manuela Saenz y otros; y sobre la puerta que da con la siguiente sala, pendidos en el muro, se pueden apreciar varias armas y objetos de guerra de aquellos años.

    La sala cuatro también es llamada sala de la imprenta. Ocurre algo similar con el escudo, pues hay quienes afirman que la gran imprenta manual que se encuentra allí corresponde a una réplica de una de las primeras imprentas de la época. Según se afirma, en 1812 llegó la primera imprenta de la provincia de Antioquia a la ciudad de Rionegro, y posteriormente llegarían otras más. El asunto, al margen de lo anterior, es que la gran máquina que se encuentra en dicha sala permite comprender la técnica que usaron las personas de los primeros años del siglo XIX para publicar documentos y periódicos y llevar otro tipo de registros. Esta sala se completa con algunos otros retratos y documentos impresos de personajes públicos.

    El Archivo Histórico de Rionegro se encuentra ubicado en la sala número cinco. Esta sala se encuentra en el extremo occidental de la Casa y linda con las instalaciones del SENA, cuyo espacio perteneció anteriormente a la estructura completa de la casa colonial. El Archivo preserva documentos expedidos desde la colonia (1748 aproximadamente) hasta mediados de siglo XX, y algunos periódicos de los siglos XIX y XX. La organización está dispuesta en cuatro fondos documentales: Gobierno, Judicial, Notarial y Consejo; y permite la consulta de investigadores y personas interesadas en la construcción histórica. El público puede acercarse a él para ver la caligrafía de la época y algunos rasgos de los documentos. Falta todavía mucho trabajo en los aspectos de la conservación y la difusión de este espacio.

    Finalmente, la sala número seis, o sala de Personajes Ilustres, finaliza el recorrido por el Museo. Esta sala tiene un objeto muy particular: el sombrero que usaba el caricaturista Ricardo Rendón Bravo. Pero además de este objeto, una gran cantidad de fotos, retratos y pinturas de diversas personas constituyen el objeto de interés de este espacio. Médicos, poetas, escritores, educadores y otra serie de figuras llenan los muros del recinto. El problema, y lo digo sin rodeos, es que los políticos quieren tomarse este espacio con sus fotografías, aduciendo que deben hacer parte de esos personajes ilustres de la historia rionegrera. Esto es lamentable, pero permite confirmar la idea de que un museo no es solo un recinto de la memoria y la historia, sino también un espacio de disputa y combate, pues la condición del presente está soportada por el discurso y la representación que se tenga del pasado.

    La idea con este escueto recorrido ha sido describir un poco algunos rasgos de la Casa Museo La Convención. Creo que valdría preguntarse en este punto cómo pueden rastrearse en la organización del Museo aspectos como la cotidianidad y la vida diaria de las personas de alguna época; en últimas, la pregunta va en el sentido de preguntarse por la mujer y el hombre “de a pié”: ¿dónde están? ¿Qué se sabe de ellos? ¿Qué objetos o lugares del Museo nos permiten verlos, leerlos y acercarnos a ellos y a sus vidas de manera histórica? ¿Por qué solo podemos ver a los grandes personajes?

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