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Encontrar el propio camino

  • Desde muy temprano cada día uno está tomando decisiones: si se levanta o no, si come algo o sale en ayunas, si va a trabajar o se queda en casa, si se dirige a algún destino o simplemente deambula; total, parte de la condición humana es la fluctuación, y esta hace referencia a un estado de tensión que conlleva asumir una posición que se convertirá luego en acción.

    Pero hay decisiones simples como resolver qué ropa ponerse y hay otras complejas como qué carrera estudiar. La mayoría de las personas preferiría que alguien les dijera qué tienen que hacer, porque es demasiado complejo saber elegir lo que conviene.

  • Desde la infancia comienza el camino de preparación para desarrollar la capacidad reflexiva para saber tomar decisiones. Pero se hace mucho más complicado cuando el niño está rodeado de unos padres y un entorno que optan por él sin darle la posibilidad de elegir; así se crea una incapacidad para tomar una posición frente a las ambigüedades que tiene la existencia.

    banner cementoDecía el filósofo Ortega y Gasset que “Yo soy yo y mi circunstancia”, pero para no terminar siendo juguete de la situación se debe aprender a superarla, asumiéndola con la conciencia de que se puede estar influenciado por muchas variables, pero nunca determinado.

    Encontrar el propio camino implica haberse perdido un par de veces, estar de frente a la incertidumbre de sentirse confundido, hallarse sin un propósito y en ocasiones no saber qué hacer, lo que en muchos casos lleva a vivenciar angustia, depresión y desesperación.

    El ser humano es retado cada día a vivir de una forma más plena y auténtica, ya que, al mirar alrededor, uno encuentra que mucha gente no ha optado por lo que le toca vivir y simplemente ha dejado que las circunstancias los lleven a donde están, con cierto vestigio de nostalgia e insatisfacción por no haber llegado a ser quienes soñaban ser.

    Erich Fromm acuña un concepto que denomina “Trans-sobrevivir”, para referirse al potencial que radica en el ser humano de ir más allá de la subsistencia, a la capacidad de superar las pobres expectativas que a veces aprendimos a hacernos de nosotros mismos, conformándonos con ser simples pollos que agachan la cabeza y comen gusanos, cuando fuimos hechos para volar como el águila real.

    ¡Pobres de aquellos que han olvidado quiénes son! Es muy frecuente que las personas se sientan extraviadas en sus propósitos, en sus deseos, en las verdaderas motivaciones de su corazón y terminen en puestos u ocupaciones que no tienen nada que ver con lo que los mueve y los pone a vibrar.

    Invito a aquellos que se sienten perdidos y sin saber qué hacer con su vida, a que tengan en cuenta estas tres recomendaciones: primero tener calma, vivimos en una cultura de la dispersión que dificulta la capacidad de introspección, hay que saberse apaciguar. Segundo, aprender a escuchar los auténticos anhelos del corazón, dedicando quince minutos diarios a la meditación. Y tercero, dedicar más tiempo a aquellas cosas en las que somos buenos y gozamos compartir con los demás. Solo así se comenzará el proceso de encontrar la propia realización.

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