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El sentido de la demanda

  • Por: Felipe Vélez Pérez - Historiador Universidad Nacional

    Los municipios del oriente antioqueño hacen parte del Paro Nacional Agrario y Popular. Buena parte de ellos, por su vocación agrícola y su inclinación hacia a las actividades del sector primario, se han manifestado de manera más enfática y organizada sobre la problemática del campo. Pero lo esencial es que nuestra región, con su diversidad y complejidad, se ha pronunciado de diversas formas sobre un asunto tan trascendental y necesario de la vida política como es el agro. Un pueblo que ha empezado a sobrepujar y a reclamar por mejores condiciones de trabajo y existencia, es un pueblo que ha comenzado a pensar políticamente y que está en el curso de obtener una vida más digna.

  • Por eso es importante demandar y saber hacerlo. Cuando dos o más campesinos o mineros se han organizado y han hecho pública su intensión de suspender sus actividades porque no hay modo ni forma para continuar viviendo así, en ese momento se ha manifestado el sentido esencial de la vida política: la demanda. Demandar es reclamar con argumentos y razones en favor de un cambio o de una materia. Vamos al pliego de exigencias de la Cumbre Agraria. El primer punto es esencial: Ordenamiento territorial. Sin un territorio verdaderamente soberano y propio es imposible construir democracia.

    Es apenas lógico, consecuente y sensato que los campesinos estén demandando la tierra. Con algunos matices, un Estado que ha permitido que sus campesinos labren en tierra ajena es un Estado vasallo. Un Estado que ha permitido el asentamiento de multinacionales y grandes empresas para la explotación del territorio, a expensas de la pérdida de la autonomía de sus campesinos, es un Estado rentista y un Estado usurero. Viviendo bajo un modelo que dice llamarse democrático, ¿cómo no demandar esa contradicción política y anacrónica?

    ¿Qué más piden los campesinos colombianos? Soberanía y autonomía alimentaria. En el año 2013, Estados Unidos duplicó los subsidios para sus agricultores y campesinos. Pasó de invertir 56 millones de dólares anules a 97 millones de dólares por año. Consecuentemente, la cantidad de productos agrícolas provenientes de Estados Unidos ha aumentado en nuestro país, y la venta de los productos y el establecimiento de las prioridades de oferta están en manos de los grandes comerciantes y empresarios del agro. ¿No es correcto reclamar por la soberanía alimentaria de un país? ¿No es correcto demandar que las prioridades sobre el consumo, la producción y la distribución de los recursos sea un asunto de los campesinos colombianos y no de terceros? ¿Acaso no es correcto manifestarse para abogar por la autonomía alimentaria?

    Los campesinos están protestando por condiciones, cambios y recursos sin los cuales no es posible vivir dignamente. Además, están en el camino de construir y demandar por condiciones democráticas de trabajo. Por eso se han hecho presentes en la política a través del paro, la protesta y la lucha, y ojalá lo sigan haciendo por mucho tiempo. También sería deseable que todo el pueblo colombiano se manifestara más. La protesta es un derecho, un derecho heredado y aprendido consuetudinariamente y filtrado por el derecho político. Nuestros campesinos del Oriente antioqueño están protestando y están en el acto del más sagrado y puro derecho colectivo que pueda tener un Estado democrático. No es esto un llamado a la violencia. Esto simplemente anota algo esencial de la convivencia colectiva.

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