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El Oriente Antioqueño, ¿en la dirección correcta?

  • Por: Nelson Hurtado O

    Twitter: @abogadohurtado

  • Como oriental que soy y que tuve el privilegio de estar y vivir en muchos municipios que conforman esta comarca, sé de las potencialidades que cada uno de sus municipios tiene en sus recursos naturales, pero mayormente en las personas que lo habitan y lo viven.

    Me preocupa, que a la rica y linda región, la recorra como un cierto y pretensioso aire de mayoría de edad, de pantalones largos, de bigote incipiente, de transformación urbana a imagen y semejanza de Medellín. Estudios serios señalaban que para el 2020, el 70% de la población de América Latina, viviría en las zonas urbanas, en grandes e intermedias ciudades, no obstante, al 2013, el 75% de la población, ya habita en esas zonas urbanas.

    En muchos municipios del Oriente Antioqueño, se discute la adopción de los Planes de Ordenamiento Territorial, como el instrumento rector de las acciones administrativas, planeadas, estudiadas, debatidas, reflexionadas y dirigidas hacia la consolidación de un desarrollo urbano sostenible.

    Sin embargo, con fundamento en la información de que dispongo, reitero, que la gran mayoría de los alcaldes y de los concejos municipales, desconocen la profundidad axiológica, deontológica y teleológica de los P.O.T., desde sus fundamentos constitucionales y legales, especialmente de la ley 388.

    Se considera que la estructuración de los P.O.T., es una cuestión de técnicos y expertos: ingenieros, arquitectos, economistas, financistas, avaluadores, constructores, etc., como si la tarea se circunscribiera a convertir en algoritmos y ecuaciones, como haciendo de la ley 388 una exótica geometría-jurídica, a través de la cual, todos los principios, valores y fines, que cimentan la juridicidad del Estado Social de Derecho, se vuelven “documento o estudio técnico”, que les permite convertir los P.O.T., en la mesa de sacrificio, de la DIGNIDAD HUMANA, la solidaridad, la coexistencia y la comunidad.

    P.O.T., que se reforman y se ajustan y se adoptan, sin que los alcaldes y concejales, tengan una clara comprensión, sustancialmente diferenciadora, entre suelo y territorio, desde lo cual cada día afirmo más mi postulación, acerca de que nuestras ciudades, no sólo perdieron el suelo urbano, sino que han perdido su territorio. Gran parte de la violencia que campea indómita e invencible en las grandes ciudades, lo que evidencia, más allá de otras consideraciones, es la tensión entre suelo y territorio urbanos. Lastimosamente, en los P.O.T., se establecen nortes de desarrollo, referentes de ciudad, diametralmente opuestos al bien común, al interés general, a la utilidad pública o al interés social, que establece la Constitución Política.

    En contra de todas las previsiones y directrices provenientes de numerosos organismos mundiales, el eje de planeación de nuestras zonas urbanas, sigue siendo el automotor, desde el cual, resolver los problemas de movilidad se erige en la respuesta políticamente correcta, a las demandas contradictorias de la ciudadanía y desde su núcleo económico, se estipulan toda suerte de “políticas públicas”, que virtualmente muestran la derrota del desempleo, la pobreza, el hambre y la exclusión, mientras la realidad demuestra su constante incremento.

    El oriente antioqueño en general, es presea dorada de caza; sus suelos rurales ubérrimos, paulatinamente se incorporan a las áreas urbanas y otros, aunque conservan su ruralidad, sirven de asiento a centros de producción agro-industrial y de producción fabril y manufacturera, estrechando cada día más la frontera agrícola, rica y diversa, en la producción de alimentos, con la profunda y abrupta ruptura del entono cultural propio, significante en términos de disminución de calidad de vida; no propugno por un statuo-quo, pero sí es un requerimiento a re pensar el modelo de desarrollo urbano, desde el bioderecho y especialmente desde el derecho urbano o derecho a la ciudad, cuyo referente no pueden seguir siendo los ejes viales y su pesada armazón de ferro-cemento y asfalto, bajo el cual perecen quebradas y riachuelos y se rompen las cadenas bióticas de numerosas especies animales, sin extenderme sobre los daños al medio ambiente, la salud y la vida del hombre, a la transformación de su entorno y principalmente el daño a su existencia en coexistencia.

    El progreso de la región, no puede ser medido en kilos de hierro, ni de cemento, ni en kilómetros de asfalto.

    El oriente, con gran dirigencia, tiene frente a las presentes y futuras generaciones, la obligación ineludible de decir no a las “ciudades-marca”, de decir no, a las ciudades, ¡depósitos de extraños!

     

    Abogado U. de M., Sto Tomás. Unaula.

    Especialista Derecho Administrativo.

    Responsabilidad Civil y del Estado.

    Ex diputado Asamblea de Antioquia.

     

     

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